sábado, 26 de julio de 2014

CUERPOS TEXTUALIZADOS, Natalia Litvinova y Javier Galarza

Domingo de lluvia y Feria del libro. Durante el viaje en el subte D me contó cómo había apostado por ese libro basado en la correspondencia entre dos poetas. Dos poetas que están vivos. Quiero leerlo, le dije. Porque son cartas entre poetas, entre poetas vivos, entre poetas compañeros. Y porque tu apuesta fue un acto revolucionario, dije también. Antes de irnos de la feria, lo puso en mis manos. Como quien entrega un regalo de navidad a una niña creyente. Así lo recibí. Creyente de la poesía y del amor, preparé mi ritual de lectura. Al día siguiente me senté en uno de mis bares preferidos. Dos horas por delante antes de la sesión de análisis. Pedí el café con crema, encendí el primer cigarrillo, ajusté mi bufanda contra el frío del atardecer de mayo. Y me entregué a los Cuerpos textualizados de Javier Galarza y Natalia Litvinova. Javier le escribe a Natalia: “Te muestro la vista de la ventana del hotel para que espiemos juntos. Vos y yo solos. Hoy iba al teatro donde ensayamos y vi unas bicicletas que tenían frío. ¿Venís conmigo? Siento que mis ojos no alcanzan”. Natalia le escribe a Javier: “Podría repetirte lo que ya sabés. Tengo los tímpanos perforados por la amorosidad. Todavía resuenan las palabras ajenas en mi terriblemente pequeño cuerpo. Hoy comprendí la vida. O me comprometí con la vida y le dije no a la tristeza, a esa Señora con cara de tormenta. Soy el animal que agradece, el que lamería las manos a todas las tragedias que moldearon tu sabiduría”. Los cuerpos textualizados de Natalia y Javier buscando encontrarse. Los cuerpos ausentes que narran para escribir presencia. Los cuerpos que vivencian lo que dicen las palabras y, sobre todo, lo que no pueden decir. Pero el intento de decirlo. El intento del amor aun en el desencuentro. La poesía que se vuelve posible en esa imposibilidad. El amor de la poesía, la poesía del amor. Y que la vida consista en esos estremecimientos inesperados: un libro, un amor, un regalo. De eso hablé en análisis, dos horas después, sobre eso le escribí a él, cuando volví a mi casa: “Leí Cuerpos textualizados. En el transcurso de dos horas, mientras fumaba mucho y tomaba mucho café y tosía mucho. En un bar que es mi segundo bar-oficina. Lo leí al borde del llanto. ¿Viste ese llanto que te provoca la belleza? Bueno, ese. Qué hermosura de libro. Tan hermoso que dan ganas de llorar. Y qué afortunado uno que tiene la posibilidad de espiar ese espacio amoroso y poético que van construyendo juntos. Grandes poetas ambos, grandes poetas juntos. Banco tu acto revolucionario y te celebro como editor -y como lector, porque antes de editor, lector-. Gracias infinitas por ponerlo en mis manos”. 

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